domingo, septiembre 03, 2006

 
Sábado 12 de agosto de 2006 (Vientiane - Paksé - Río Mekong - Champasak - Wat Phou - Hatsay Khoun - Isla Khong)

Nos enfrentabamos a una de las noches más duras del viaje, pues debiamos pasarla en el autobús. Suerte que lo hicimos en el nuestro y no en el de línea, como estaba previsto. Aún así, fue duro. Partimos de Vientiane a las 8 de la noche. Sobre la 1 de la madrugada hicimos una parada técnica. La agencia tuvo el detalle de invitarnos a un bocata. Pero como no avisaron de que lo harían, nosotros ya habíamos cenado lo que compramos en Vientiane. Cosas así se están repitiendo durante todo el viaje. Como "hoy es necesario que el calzado sea cerrado y con buena suela", y los zapatos están en las maletas. Sólo con advertir este tipo de cosas con antelación, saldrían mejor. En fin, estaba claro que esa noche no nos gustaria nada, sobre todo pasarla en el autobús...

Llovió toda la noche, y tras doce horas de baches, frenazos y claxon que sonó más veces de las que hubiésemos querido, llegamos a Paksé. Para variar cuando viajamos, no pegamos ojo.

Eran las 8 de la mañana. Desayunamos, y no tuvimos que abonarlo, a pesar de que no estaba incluído en el programa. Pese a todo, apenas pude probar bocado.

Como no dejaba de llover, una camarera nos acompaño amablemente con la consabida sombrilla gigante con marca publicitaria (Mirinda, creo) hasta el autobús, y partimos hacia el embarcadero.

Tomamos un barco cutrecillo, son las 9:15. Ibamos a Champasak. Llegamos sobre las 10:25 y subimos en unos vehículos que se llaman “songthaews”, una especie de camionetas cuya parte posterior, la destinada a la carga, está ocupada con asientos.


Llegamos al templo Wat Phou (3$ la entrada). Era el primer templo Khmer que veriamos, y el más importante fuera de Camboya. Habia que subir un poco, y a medida que lo haciamos, fueron apareciendo edificios muy bien conservados, con sus dinteles y figuras, que tras la llegada del budismo han sido transformados en “budas” peculiares. Siguiendo el sonido, dimos con unos saltos de agua que adornan el paisaje, aún más, si cabe. La vista desde arriba era preciosa.

Justo cuando comenzabamos a bajar, empezo a llover otra vez. Nos refugiamos en un bar que habia abajo del todo. Luego, visitamos el museo que hay a la entrada (hay que descalzarse).

Regresamos a Champasak en los songthaews y cruzamos el Mekong en un ferry.

Llegamos hasta unos palafitos-restaurantes y, como teniamos más sueño que hambre, no veiamos más que inconvenientes: “que si yo no quiero pescado, pues yo estoy harto de arroz, seguro que no saben inglés….” Para colmo, nuestro guía local, Tuc, habia desaparecido. Victor tuvo que ir a buscarlo y, al llegar, tomó el mando de la situación. Se aseguró de que todo el mundo pidiera y comiese, incluso se encargó de servir las mesas. Tere y yo decidimos comprar una arrocera eléctrica que había allí, convencidas de que era fundamental para que el arroz alcanzase su punto óptimo, como el que hacen ellos. Menos mal que no la compramos, porque al final del viaje estábamos hartas de arroz. No volveremos a comerlo, al menos durante un tiempo.

Llovia a ratos. Recuperamos nuestro autobús, y fuimos hasta Hatsay Khoun, donde cogimos un ferry que nos llevó a la isla Khong (justo enfrente). Dice Jose que el rey de esta isla se llama… claro, King Khong!.

Menos mal que habiamos aplazado la visita a las cascadas Khon Phapheng hasta el día siguiente, porque a estas alturas (estaba anocheciendo) estabamos muy cansados y sólo queriamos llegar al hotel para descansar, al fin. El monzón lo supo, y nos estaba esperando para hacernos los honores. Nada más bajar del autobús empezó a llover tan fuerte que no se veia más allá. Nos detuvimos un poco, esperando un milagro, que sucedió cuando los empleados del hotel se acercaron a nosotros portando las consabidas sombrillas enormes de propaganda, y nos acompañaron a la recepción del hotel, donde nos dieron las llaves. De nuevo ocupamos bungalows.

Estabamos tan cansados que no quisimos cenar, así que tras ducharnos, compramos cervezas en el restaurante del hotel (admiten bahts, y a un cambio bueno), picamos algo, y a dormir.

Al día siguiente dejaríamos Laos. Qué pena. Nos ha encantado este país, con sus gentes afables y serenas, su forma espontánea y alegre de acogernos, sus templos que rebosan buena energía, con su aroma a sándalo, su cerveza (Beer Lao) y su pollo “profundamente frito”, además de sus noodles con gambas.

Pero también nos esperaba otro país, Tailandia, que tendría coincidencias con éste, y tambien sus diferencias. Estabamos deseando comprobarlo.


Comments:
Menos mal! que teníamos menos lectores que las "Memorias de Pepito el de la Esquina".
Menudo cotilleo! Pues ahora ya sabemos los entresijos de aquella noche para olvidar, aunque si hubiésemos conocido estos datos, habríamos estado más pendientes, y claro, más entretenidos.
Apostamos por este papel.

Besitos.
 
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