sábado, septiembre 16, 2006

 















Miércoles 23 de agosto de 2006 (Kampong Thom - Skun - Phnom Pros - Phnom Srei - Wat Nokor - Kampong Cham)


Partimos temprano de Kampong Thom rumbo a Kampong Cham. La carretera era buena y estaba bastante animada.



Hicimos una parada en Skun para ver los puestos de tarántulas fritas. La verdad es que no olían mal, y hasta hubo algún atrevido (Fernando, quién si no) que las probó. Claro que no fue tan valiente cuando le pusieron una viva en el brazo: ¡se asustó más la tarántula que él del grito que pegó!

Proseguimos el viaje. Por el camino paramos a ver la Colina del Hombre (Phnom Pros) y la de las Mujeres (Phonm Srai). Subimos 211 escalones para ver esta última, y pudimos disfrutar de una vista muy bonita, desde arriba. En su base había una especie de parque temático, lleno de esculturas budistas muy coloristas. También había monos. Para recuperar fuerzas tomé un zumo de leechi una vez abajo. Jose no necesitó reponerse ni nada.







Nueva visita: otro templo, el Wat Nokor. Fue muy interesante porque había unos monjes que celebraban un pequeño ritual: te ponían unas tablas sobre la cabeza, del tamaño de las cartas del tarot, con unas inscripciones. Con un palito había que elegir una de ellas, señalándola sin mirar, claro, y el monje hacía una interpretación basándose en imágenes de la vida de Buda. Nuestro guía local, Prost hizo las traducciones del camboyano al inglés, y Belén del inglés al español. Participamos en el ritual Concha, Carmen de Ceuta, Maite y yo. Pilar estuvo allí pero sólo de espectadora, eso sí sonriendo plácidamente todo el rato. Fue muy interesante, y a todas nos vino bien lo que nos dijo el monje.

Llegamos a Kampong Cham antes de comer. El hotel tenía buenas vistas del río Mekong. Las habitaciones estaban bien, y medianamente limpias, pero los pasillos y escaleras eran enormes y destartalados, y estaban bastante sucios. Las señoras de la limpieza estaban durmiendo o comiendo por doquier, todo muy natural.

Salimos a comer a una especie de restaurante-hamburguesería-pub (Mekong Crossing) que estaba bastante bien, tanto el establecimiento como la comida (7,5$ los dos). Allí coincidimos con casi todo el grupo, pues estaba junto al hotel.

Antes de terminar de comer empezó a llover a cántaros; cuando aflojó, nos fuimos a pasear por la ribera del río. Por cierto lo estaban pavimentando, y, pobres, lo que habían hecho al principio ya se estaba levantando, antes de terminar. La técnica no era muy depurada.

Seguimos caminando en busca de un puente de bambú, pero no estaba, bueno sí, pero sumergido. En su lugar había un embarcadero para cruzar el río y llegar a una isla. Por lo visto, en la poca de lluvia el río crece tanto que se lo lleva por delante cada año. Cuando llega la estación seca, lo reconstruyen.

Dicho embarcadero esta bastante animado, con unos niños que utilizaban las ramas de un gran árbol a modo de trampolín, y desde allí saltaban hasta el río. Cuando Jose empezó a hacerles fotos se empeñaron más en la faena, y nos hicieron una verdadera demostración de saltos con piruetas, algunos incluso sonreían a la cámara mientras saltaban. Es curioso, siempre eran niños los que se bañaban, nunca había niñas.

Seguimos paseando y llegamos a un barrio musulman. Empezó a llover a cantaros y unas señoras amablemente nos ofrecieron unas sillas bajo un toldo. Enseguida nos rodearon montones de niños riéndose a carcajadas sólo de vernos allí. Dudamos sobre si hacerles o no fotos, ya que eran musulmanes, pero les pedimos permiso a los mayores y nos dijeron que sí, así que ¡manos a la obra! pasamos un rato estupendo, porque les encantaba verse en el visor de la cámara. Al rato, cuando amainó un poco la lluvia nos fuimos después de reirnos mucho con ellos.

Este día disfrutamos de la hospitalidad de esta gente una vez más. En la pagoda que visitamos, justo enfrente del barrio musulmán, acababa de terminar un concierto que habían dado unos niños, lástima. Pero los organizadores nos invitaron a un refresco.















Por fin dejó de llover, y nos fuimos a visitar el mercado, que nos pareció un poco sucio, también porque la lluvia lo había embarrado todo. Había varias clínicas privadas, con los enfermos acostados en las camas, con el gotero puesto, a la vista de todos, como si estuvieran en un escaparate.

También vimos a una pareja con un niño montados en una moto. Llevaban un palo en cuyo extremo colgaba un gotero, que tenía conectado el niño.

Nos encontramos una vez más, y como siempre, por casualidad, con Enrique y Carmen, y nos tomamos unas cervecitas con ellos.

Así llegó la hora de la cena, y repetimos en el mismo sitio del almuerzo, en el "Mekong Crossing". A estas alturas estábamos hartos de arroz (yo mucho más que Jose, que le gusta todo), así que este sitio era genial porque tenía"de todo".

Acordamos con el grupo adelantar la hora de salida del día siguiente, prevista en un principio para las dos de la tarde, pero como ya teníamos el pueblo prácticamente visto, decidimos salir a las 12 de la mañana.

A dormir.

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