martes, septiembre 05, 2006

 
Jueves 17 de agosto de 2006 (Aranya Prathet - CAMBOYA: Poipet - Sisophon - Battambang)

Desayunamos un poco apretados por que éramos muchos en el comedor, había una verdadera multitud debido a la convención de funcionarios. Eran muy graciosos, y nos saludaban sonrientes. Compartimos una de las mesas con ellos, eran muy amables. Pese al gentío, desayunamos muy bien, no faltaba de nada.


Ya nos íbamos de Tailandia, y no nos daba tanta pena como cuando nos fuimos de Laos. Mientras esperábamos al autobús en la puerta del hotel, Carmen, nuestra estilista favorita, nos hizo esta foto. No es que lloviera, es que estaba cayendo un sol que abrasaba, a pesar de que era temprano. Y como dicen: "donde fueres, haz lo que vieres", allá estábamos nosotros, paraguas en mano.

Tardamos unas dos horas en cruzar la frontera, tan pintoresca como todas, con gente trapicheando aquí y allá.

Nos llamaron la atención unos puestos de ropa de segunda mano. Al parecer, es ropa procedente de donaciones de la Cruz Roja, la que enviamos desde aquí, por ejemplo, y que el gobierno camboyano se apodera de parte de ella para luego vendérsela a los que a su vez la venden en estos puestos. Se quitan las ganas de donar nada.












Había también numerosos carros de madera guiados por adultos y a veces por niños. En ellos transportaban mercancías de un lado a otro de la frontera. El bullicio era increíble. Las fronteras son una de las cosas más entretenidas de estos viajes.





Nada más parar el autobús se precipitaron varios hombres con sus carros y casi se meten dentro, ofreciéndose para llevarnos las maletas. Luis tomó tres carros para ello.


La salida de Tailandia fue rápida, pero la entrada en Camboya, lenta y pesada. Nos despedimos de Luis, y conocimos a nuestro tercer y último guía local: Prust, que resultó ser excelente.

Después de esperar dos horas, al fin pasamos a Camboya (hay que rellenar un formulario, entregar una foto y pagar 25$ que pagó la agencia). El nuevo autobús era el mejor de allí pero mucho peor que los anteriores. Tan pequeño que el equipaje debía ir en otro vehículo aparte, con asientos de plástico, a losque tuvimos que poner un pareo para no pegarnos con el calor que hacía.

La entrada en Camboya nos desmoraliza un poco. La ciudad fronteriza, Poipet, está muy sucia y la carretera es espantosa.

Para entender a este país, hay que conocer un poco de su historia. Hasta hace 7 años estaban en guerra, tras haber estado inmersos en un régimen de terror, el de Pol Pot.

http://www.monografias.com/trabajos23/pol-pot/pol-pot.shtmlpot.shtml

Este genocida fue el culpable de la muerte de más de 1 millón y medio de personas, de torturarlas y de llevar al país al caos más absoluto. Pretendía crear una sociedad agraria, y ejecutaba a la gente por motivos como llevar gafas, tener una carrera universitaria o saber francés, signo de occidentalización y modernidad. Sin embargo, tanto él como sus secuaces iban al mejor hospital, con los medios más modernos si lo necesitaban. Un episodio de la historia de los que, cuando pasa, todo el mundo se pregunta cómo ha sido posible. Por eso Camboya está intentando resurgir de sus propias cenizas, pues todo está muy reciente. Las miradas de algunos camboyanos no son tan serenas y risueñas como las que vimos anteriormente.

Los jemeres rojos, así se llamaban los que tomaron el poder para instaurar este régimen de terror, forman actualmente parte de la población, pues se concedió una gran amnistía tras su caída. Pero lo peor es que también algunos forman parte del gobierno actual, por eso Pol Pot murió sin ser juzgado, y otro de los cabecillas también, recientemente. Aún hoy, los camboyanos no se atreven a decir todo lo que piensan, pues nunca se sabe quien está escuchando.

El bien hacer de Prust realmente promete cuando paramos a comer en Sisophon, en un restaurante que había concertado. A partir de aquí la carretera empezó a mejorar, y el paisaje también, descubriéndonos a la Camboya que esperábamos.

Había llovido tanto por aquí que todo el campo estaba inundado, no sólo los arrozales. Igual que en Tailandia y Laos, los niños juguetean en los enormes charcos, en ocasiones verdaderas lagunas marrones.

Llegamos a nuestro destino de hoy, Battambang, que también tenía las calles inundadas, la del hotel entre ellas.
Dicho hotel no estaba mal, era sencillo y limpio. Aprovechamos para lavar alguna ropa.

Luego paseamos e hicimos fotos al río Sangker, que estaba a punto de desbordarse.

En esta ciudad no había ningún semáforo, ni pasos para peatones. El tráfico era un caos, con cientos de motos pasando continuamente, algunas llevaban hasta ¡5 ocupantes! Para cruzar las calles hay un método muy sencillo, pero que es un auténtico acto de fé: consiste en empezar a pasar aunque veas montones de motos que se precipitan hacia tí. El truco está en mantener siempre el mismo ritmo, sin titubear, con decisión y siempre en la misma dirección, ellos te esquivarán. Parece arriesgado, y lo es, pero no hay otra manera. En el fondo es divertido!



Había muchas tiendas de artesanía, y de madera labrada, muy bonitas. No compramos nada, resultaría complicado cargar con un mueble o figura de madera maciza...

Volvimos a encontrarnos con Carmen y Enrique (nuestro destino, qué bien), y nos tomamos unas cervecitas (marca Angkor) en un bar que recomienda la Lonely (Smokin' pot), un sitio super agradable. Empezó a llover pero no nos movimos de la terracita, eran cuatro gotas.

En esto llegaron Luismi y Gustavo (nuestro destino también. Qué bien!) y se sumaron a lo de las cervezas.

Después del aperitivo fuimos a cenar al White Rose, recomendado también por la Lonely, que nos encantó, por cierto. Había mucha variedad, y lo mejor, zumos de frutas naturales. Luismi, tan sopero él, pidió su sopita, que por aquí son deliciosas. Nosotros pagamos entre los dos 7$.

Regresamos juntos al hotel, en la más profunda oscuridad pues no había luces por la calle, intentando no meternos en los enormes charcos, (elegimos una calle que estaba menos inundada que las demás). Para la noche siguiente decidimos traer alguna linterna.


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