sábado, septiembre 16, 2006

 





Domingo 27 de agosto de 2006 (Phnom Penh - TAILANDIA: Bangkok)

Nos despertaron a las 4:30 para desayunar y nos marchamos de Phom Penh en avión rumbo a Bangkok, útima etapa del viaje.



Aligeramos el equipaje y dejamos en el hotel los productos de aseo y alguna ropa. Temíamos llevar exceso de peso, porque en el mercado de Bangkok, donde pasamos la mayor parte del día queríamos comprar algunas cosas.

Hacía buen tiempo. Conseguimos facturar hasta Madrid. Genial, porque de lo contrario habríamos tenido que dejar en las consignas del aeropuerto de Bangkok las maletas, ya que teníamos todo ese día en la capital tai antes de embarcar rumbo a Amsterdam, de madrugada.

Pagamos 25$ de tasas de salida de Camboya (con la Visa de crédito, la de débito no nos la admitieron). Por fin conseguimos hacer la foto de grupo para el blog y quedamos todos muy guapos. Nos la hizo un policía del aeropuerto.

Al llegar a Bangkok tardamos 1 hora en pasar el control de inmigración. Momento de las primeras despedidas, pues no volvimos todos juntos, sino que una parte del grupo voló hasta Madrid vía Suiza, así en Bangkok fuimos cada uno por su lado. Qué pena.

Gustavo y Fernando estaban malitos, y junto con Tere se quedaron todo el día en el aeropuerto, más tranquilos y fresquitos.

Compartimos taxi con Enrique y Carmen para ir al Mercado de Champuchak; en un mostrador del aeropuerto que ponía "taxi" nos pedían 500 bahts; fuímos a otro y nos pidieron 700; salimos fuera, nos dirigimos a un taxista y nos indicó otro mostrador donde nos cobraban 300; como ya estábamos cansados, aceptamos.

Una vez en el mercado, nos separamos de Enrique y Carmen. Este mercado es el más grande del sudeste asiático, así que estábamos alucinados viendo calles y más calles de puestos con todos los artículos que habíamos visto durante todo el viaje, todo baratísimo.


Comenzamos a perdernos en él, tras sacar dinero de un cajero automático, dispuestos a comprar algunas cosas.

Compramos: una blusa (6$), dos chanclas (2 y 1$), un pañuelo de seda (1$), dos vestidos (2$ cada uno), un quemador de sándalo, muchas varitas de sándalo...


A la hora de comer, en un restaurante cerca de una de las entradas nos sirvieron cervezas camufladas en unas jarritas de cerámica negras como de café, pues en todo el recinto del mercado vendían nada de alcohol.

Tras la comida seguimos paseando. Empezó a llover. Esta vez no nos encontramos con al grupo como en otras ocasiones porque el mercado era inmenso. Eso aumentaba la sensación de despedida. Sólo al final vimos a Carmen y Pilar, cuando ya casi nos íbamos. Por cierto, que de pronto, incomprensiblemente se quedó todo el mundo parado donde estaba, mientras nosotros seguíamos andando. Era porque estaba sonando su himno nacional.

Como a las seis y pico de la tarde estábamos muy cansados y llovía a cántaros, decidimos regresar al aeropuerto, aunque quedaban algunas horas para partir. Cogimos un taxi que nos costó 200 bahts. Volaba por la autopista a 140 km/h (por cierto, el día 28 de Septiembre han cerrado el aeropuerto y han abierto uno nuevo).

Así nos despedimos de Bangkok, y del sudeste asiático, desde el bullicio del mercado a pesar de la intensa lluvia que caía. Ya en el taxi intentamos abarcar las últimas imágenes, tan familiares ya después de un mes, casi. Se entremezclaban sentimientos de tristeza por dejar esta hermosa tierra y a sus gentes, y a la vez alegría por volver a casa y recuperar nuestra cama, nuestras comidas y nuestra vida en general.


Una vez en el aeropuerto empezamos a reencontrarnos con algunos miembros del grupo: Belén y María, Mª Jesús y Chema, incluso con los vascos, y también con Luismi, Chelo y Concha, que iban vía Suiza, y que ya estaban facturando. Nos dió mucha alegría verles, cuando ya pensábamos que no lo haríamos.

Nos refrescamos un poco en un cuarto de baño del aeropuerto, nos cambiamos de ropa, dispuestos a pasar la noche volando y cenamos en un burger. Las últimas horas en Bangkok se hicieron un poco largas, en el aeropuerto. Gastamos los últimos bahts en las tiendas, entre otras cosas en agua y en un linimento que olía como los establecimientos de masajes.

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