lolishy en Laos, Tailandia y Camboya

Nos ibamos de Bangkok, hacia Laos, donde pasamos una semana aproximadamente, antes de volver a Tailandia, convencidos de que dos dias no son nada para conocer esta ciudad. Han quedado pendientes muchas cosas que nos obligaran a volver, lo estoy viendo venir...

Nos levantamos a las 5 de la manana, el desayuno a las seis, y partimos rumbo al aeropuerto, pare coger el vuelo que nos llevara hasta Vientiane, la capital de Laos, con la Thai, la linea aerea Tailandesa, y nos dieron un regalito: una flores frescas para prenderlas en la solapa, y luego tomamos otro avion hasta Luang Prabang.

Nos hizo mucha gracia el aeropuerto de Vientiane. Es pequenito, con casi mas trabajadores que viajeros. Estabamos practicamente solos. Tenia una sala de espera en concordancia con el resto, con su tele y todo. Pensamos que pasariamos rapidamente por alli, por su aspecto domestico, pero sorpresa! la burocracia hizo que pasaramos por tramites y mas tramites, con un funcionario para nosotros solos que nos decia donde teniamos que ir. Todavia nos moviamos a 2000 revoluciones por minuto, tipico de nuestra civilizacion occidental, y ellos, sin prisas, no iban a mas de 2. La verdad es que no deberiamos tener prisa, teniendo en cuenta que estamos de vacaciones, pero la costumbre puede mas. Una de las cosas que mas he disfrutado de este viaje es precisamente eso, el quitarse el reloj y esperar tranquilamente por todo.
Por fin volamos hacia Luang Prabang, en un avioncito pequeno con dos helices, rezandole a todo lo conocido. Nos ofrecieron unos caramelos envueltos exquisitamente. Daba la impresion de que el piloto debia ser el mismo que repartia los caramelos. Las oraciones surten efecto y llegamos sanos y salvos. Se respiraba el calor y la humedad tipicos del clima tropical. Nos recogieron dos microbuses para llevarnos al hotel. Unico inconveniente de esta parte del viaje: dicho hotel estaba demasiado lejos del centro, aunque Luang Prabang es pequenito, habria sido mas operativo estar mas centricos.

Conocimos a nuestro guia local en Laos: Tuc. Con muchisima voluntad y entrega nos adopto y nos cuido, respondiendo a todas las preguntas que a estos guiris se les ocurrian, aunque como no hablaba espanol, Victor hacia las traduciones, anadiendo cosas de su cosecha.

Era una verdadera delicia pasear por sus calles, recorrer sus templos, perderse sin prisa disfrutando de escenas cotidianas y observando a sus habitantes, que dicho sea de paso merecen mencion aparte. No hemos visto gente mas afable y sonriente que los laosianos, no solo de los que somos clientes. Los de a pie nos saludan con un "sabaidi", con acento en la ultima "i", su saludo habitual, y una sonrisa de las verdad, en ocasiones juntando las manos delante del pecho e inclinando la cabeza con suavidad, sin aspavientos. Nosotros tambien sonreiamos mas de lo habitual, contagiados por este ambiente, incluso antes de que lo hicieran ellos. No se sofocan por nada, todo se puede resolver con una sonrisa, que se transforma en carcajada en ocasiones. Les encanta que les hagamos fotos, posan con la mejor de las sonrisas y se lo pasan bomba cuando les ensenamos con la digital como han quedado.

Ese dia almorzamos en un restaurante junto al hotel del que nos hicimos clientes habituales los dias que estuvimos alli. Por la noche participamos en un sorteo que hicieron para los que pedimos la cerveza local, la Beerlao, y nos toco un paraguas y dos copas de cerveza.

Seguia haciendo calor. Despues de comer hicimos una visita guida por la ciudad en los microbuses, visitando los templos Wat Visoun, Wat Aham, Wat Xieng Thong (el mas bonito de la ciudad), Wat Sop, Wat Sene, y conversamos con los monjes. Por contar algo de ellos, decir que llevan una vida bastante austera. Consiste en levantarse a las 4 de la manana, para orar y meditar. A eso de las 6 salen a recibir su comida de manos de los lugarenos, literalmente, ya que es la unica manera de obtenerla, no pueden comprarla. Se ponen todos en fila y van pasando delante de las personas que tienen preparado arroz, pan, rollitos, y abren sus cestos para que estos introduzcan su donacion. Es espectacular verlos a todos con sus tunicas color azafran, pasando lentamente y descalzos, con la preciosa luz del amanecer. La mujeres deben permanecer sentadas, ya que las feminas no pueden estar en un nivel superior a ello, ni tocarlos. Los hombres si pueden.

Despues del desayuno, estudian, y antes de las 12 de la manana deben hacer la ultima comida del dia. Por la tarde se dedican a limpiar los monasterios que habitan. A las 10 a la cama.

Pese a la austeridad, son verdaderos privilegiados, teniendo en cuenta como esta aqui el patio, pues reciben educacion y algunos carrera universitaria, ademas de las ensenanzas del budismo.
Si quisieran, serian monjes el resto de su vida, pero la austeridad es excesiva y la inmensa mayoria abandona.

Tras la visita a los templos, subimos a una colina, llamada Phou Si, con un templo en la cima. Por el camino escuchamos a unos monjes rezando y recitando sus mantras. Subimos para ver la puesta de sol, que no esta mal, pero esta mucho mejor la vista que se disfruta desde arriba de Luang Prabang. Estaba plagado de falangs (asi es como llaman por aqui a los occidentales).

Al bajar, la ciudad se habia transformado, pues habian colocado multitud de puestecitos para su mercado nocturno, con productos elaborados por ellas mismas, aunque algunos son made in China.